Cuando alguien viene a pedirnos que lo avalemos, normalmente un hijo, otro familiar, amigo o conocido, lo habitual es que casi sin pensar nos lancemos y digamos SÍ. Qué le vamos a hacer, en este país primero actuamos, luego nos arrepentimos y por último pensamos.
Para ser avalista, que es un gesto muy bonito que consigue que nuestro avalado obtenga una hipoteca para lo que quiere comprar (piso, coche, garaje, local…), hay que pensárselo muy bien y, sobre todo, conocer nuestra responsabilidad en el asunto y calcular los riesgos.
Avalar es un marrón, para qué decir otra cosa. No tienes ningún beneficio sobre la propiedad y sí todas las obligaciones de pago si el titular del préstamo no responde ante el banco.
Cuando tu avalado deja de pagar, el banco vendrá a por ti, a por tu sueldo o pensión, tus bienes, tu vivienda... Se llevan todo lo que tienes ahora o en el futuro. No te dejan ni las lentillas puestas hasta que queda pagado el último céntimo, mientras que el titular de la hipoteca se va de rositas.
Por eso los bancos aceptan de tan buena gana los avales, porque se aseguran de que si el titular no paga estás tú en el banquillo con dinerito fresco de reserva.
No serías la primera persona ni la última que se queda en la calle por avalar a alguien. Desgraciadamente es algo que se está viendo mucho a raíz de la crisis. Algunos morosos estaban avalados por sus padres, que pierden su vivienda porque el banco la embarga para pagar el préstamo del hijo/a moroso/a.
Avalar la compra de un piso es un gesto de solidaridad a largo plazo, pues la hipoteca puede durar 10,20, 30 ó incluso 40 años, si nunca se amortizó nada. ¿Y si palma al que avalaste? Da igual. Como las deudas se heredan, te conviertes en avalista de sus herederos. El muerto no te lo quitas de encima hasta que se paga la última letra.
Y ojo, porque esto es una carretera de doble sentido: avalar es un marrón que también se hereda. Si la palmas, tus herederos tendrán que ser los avalistas hasta que quede saldada la deuda. O sea que si el titular de la hipoteca no paga, tus herederos pringan con sus pisos, sueldos, planes de pensiones… presentes o futuros. Por eso hay que pensar en todo y en todos antes de comprometerse a realizar tan noble acto.
Estamos de acuerdo que avalar es un marrón. Y me hallo entre ellos. Pero ya que se pone la información a modo de advertencia, que lo veo muy bien, que tambien se pongan las ventajas de las herencias. Efectivamente las deudas ser heredan y pasan a los familiares del cesante, pero que pasa con aquello de “a beneficio de inventario”, concepto basico en derecho civil, respecto de la aceptación de la herencia por los familiares?. Es decir tu aceptas de la herencia en lo que te beneficie, de lo que te perjudique que se lo coma otro, por ejemplo, el banco. Pero, si en definitiva, avalar, ni a los hijos, error que hemos cometido muchos.
En toda esta crisis ha habido muy poca o nula información dirigida a los avalistas, que además, no pueden actuar en nada cuando ven que el avalado empieza a tener dificultades; no pueden intervenir, ni proponer un acuerdo con el banco, ni recibir información siquiera si el avalado no quiere darla.
Es como un rehén en un atraco, con una mordaza en la boca y la pistola en la sien esperando a que las partes se arreglen y no le disparen, sin posibilidad de reinserción ni libertad condicional (algo que hasta los criminales tienen) ni de retractarse de una decisión equivocada que tomó en su día.
Vamos, que para un avalista (yo diría avatonto) no existe ni la declaración de derechos humanos; yo casi diría que es una figura inconstitucional.