Que si la familia aumenta, que si me voy a vivir a otro sitio, que si me trasladan, que si ya no necesito una vivienda tan grande, que si quiero cambiarme a un piso, que si quiero irme a un chalé… Cada cual sabe los motivos por los que se quiere cambiar de casa.
Al ser en propiedad no es tan fácil ni rápido como si estuvieras de alquiler, aunque éste también tiene sus ataduras porque se firman contratos de entre uno y tres años generalmente.
La mayoría de gente ha comprado su vivienda con hipoteca y, cuando surge esta necesidad o idea de cambio, todavía no ha terminado de pagarla. Entonces surge otra duda… ¿Podré mantener la misma hipoteca y sólo cambiar de casa? ¿El banco me permitirá seguir con el mismo préstamo, pero en vez de ligado a mi casa actual, que sea de la nueva vivienda?
Mmmm, tentador y muy práctico. Pero… Siento decirte que no es posible. Precisamente es la casa la que sirve de garantía al banco si dejas de pagar la hipoteca. Ya sabes que, al tercer mes de no cumplir con el recibo, el banco puede ejecutar la hipoteca, embargar la vivienda (quedársela) y sacarla a subasta (venderla por un precio ridículo y pedirte el resto de la deuda que la venta no cubre).
Por eso el banco no acepta cambiar de vivienda así como así, el banco dio la hipoteca para esa vivienda y no para otra. Hizo el estudio de riesgos para ese piso y no acepta cambios, está todo ante notario y en el registro de la propiedad. Si quieres cambiar de vivienda tendrás que pedir una nueva hipoteca para la nueva casa. Entonces se te ocurre pensar que el banco a lo mejor te daría ahora para el nuevo piso una hipoteca igual que la que te dio para el que quieres dejar.
Las hipotecas de antes, de 8 años hacia atrás, eran mucho más ventajosas, sobre todo por los diferenciales y porque la mayoría incluían menos vinculación. Por no hablar de que algunas de ellas eran Hipoteca Joven, un producto con poca o ninguna vinculacion, sin comisiones, con plazos de hasta 40 años, y diferenciales que ahora parecen de risa, en torno al 0,35%, que hace años que apenas existe.
¿Quién no querría mantener una hipoteca así? ¡¡Yo sí!! Pero la banca no es tonta y, cuando vas a plantear esta situación, te mandan a por naranjas a la China. Las hipotecas de antes les están recortando muchísimo las ganancias, así que, por muy cliente que seas y muy bien que hayas pagado hasta ahora, si quieres una nueva hipoteca será como las actuales, mucho más cara y en peores condiciones que antaño. Aquí puedes negociar un nuevo préstamo lo más ventajoso posible, demostrando tu buen perfil y tus puntuales pagos, o bien irte a otro banco para pedir la nueva hipoteca de la nueva casa.
Existe otra opción: la hipoteca puente, de la que hablaremos en profundidad el próximo día. Consiste en pedir una nueva hipoteca que incluya la deuda que aún debes de tu piso actual y todo lo que necesitas para comprarte otro. Te dejan un tiempo determinado, por ejemplo un año, para vender la casa, saldar la deuda anterior y quedarte sólo con la nueva hipoteca.
Esto era habitual antes de la crisis y durante sus primeros años, pero luego se retiró del mercado porque era demasiado arriesgado para el banco. Los pisos ya no se vendían con tanta agilidad, los precios se desplomaron y corrían el riesgo de que no vendieses en el tiempo acordado y, si dejabas de pagar, perdieras las dos casas.
En resumen: si quieres cambiar de vivienda, tienes dos opciones: conservar la que tienes, alquilarla y seguir pagando la hipoteca con el alquiler que cobres. Mantienes la vivienda, pero te arriesgas a quebraderos de cabeza con el alquiler y necesitas tener un perfil económico y laboral alto, además de ahorrado el 40% del nuevo piso, para que el banco te dé una segunda hipoteca.
La otra opción es vender la casa, cancelar la hipoteca con lo que te paguen y pedir un nuevo préstamo para el nuevo piso. Lo mejor que puedes lograr ahora está en torno a Euríbor + 1%, en el mejor de los casos sólo con domiciliar ingresos y un seguro de hogar.