La crisis también está afectando a los empresarios y la clase alta. O eso es lo que nos quiere hacer creer la Asociación de afectados por embargos y subastas, abreviada Afes.
El embargo del piso y otras propiedades por no pagar la hipoteca ya no es patrimonio exclusivo de las personas más castigadas por la pérdida de empleo o la disminución de ingresos.
Quedarse de patitas en la calle porque el banco se apropia del piso en el que vives ya no es lo que les ocurre sólo a los inmigrantes, jóvenes con hijos pequeños, personas de clase baja, media baja e incluso media.
Afes calcula que sólo en Madrid el 60% de las ejecuciones hipotecarias han afectado a pequeños empresarios, personas de clase media-alta y sus avalistas, generalmente los padres. Y si esto es así en la capital, donde la vida es más cara pero los ingresos suelen ser también más altos, imagínate qué no estará ocurriendo en el resto de España.
Los ricos que han perdido su piso entre enero y junio han aumentado un escandaloso 200%, es decir, se han triplicado. Y, mientras que hace tres años los inmigrantes con pocos ingresos protagonizaban el 80% de los embargos, ahora sólo representan el 40%.
Este triste fenómeno se extiende a los más pudientes porque los años que llevamos de crisis no pasan en balde para nadie. Quienes antes aguantaban medianamente bien que uno o más miembros de la famila perdieran el trabajo o vieran cómo bajaban sus ingresos, porque recurrían a vender propiedades o tiraban de los ahorros, ahora están perdiendo las viviendas.
Tanto empresarios como personas con rentas altas están viendo cómo el banco se queda con la casa porque no devuelven el préstamo que pidieron para refinanciar sus negocios o simplemente no alcanzan a pagar el dineralazo de la cuota mensual del megapiso que se compraron cuando todo era más boyante que las esculturas y pinturas de Botero.
Es un fenómeno que podríamos llamar de collar de perro. Primero se embargan los pisos de la periferia y, según se estrecha la crisis, se va estrechando el cerco y los pisos están cada vez más cerca del centro, son más grandes, de familias que tenían más posibles pero que al final caen en la morosidad igual que las otras.
Y lo que es peor y aún más triste: este remolino de impagos afecta a los padres que avalaron a sus hijos para que se compraran su primer piso. Son mayores y, sin comerlo ni beberlo, pierden su casa porque pensaron que no pasaba nada por ponerla como garantía para que el banco tirara de ella si sus hijos no pagaban. ¿Pero es que alguien pensó que los hijos no iban a hacer frente al préstamo?
Afes cree que desde que empezó la crisis ya se han ejecutado 400.000 hipotecas y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) vaticina que este año se cerrará con 180.000 pisos embargados, que para colmo ya no valen lo que se paga por ellos. ¡Ay si la gente hubiera visto todo esto por un agujerito o en una bolita de cristal! Me da a mí que más de una hipoteca y más de mil no se hubieran firmado…