Agosto siempre ha sido un mes de paralización de la vida cotidiana, reactivación del descanso y tocamiento de boulins. Por eso no me extraña que el INE diga que bajan las hipotecas porque, entre otras cosas, como ni Perry está en casa, ni Perry puede venderla.
Sí me sorprende -solo a medias- que las hipotecas bajen un 3,4% respecto a agosto del año anterior y que bajen la mitad de lo que bajaron en julio (6,8%). Es el cuarto mes consecutivo que bajan y lo peor: no tienen visos de volver a subir de momento.
En los años dorados de la bruja burbuja y la bonanza económica, los bancos dieron crédito a mansalva, sin mirar si podíamos pagar o no, si el piso lo valía o esta sobrevalorado. Nos encasquetaron todo tipo de cláusulas y condiciones abusivas, sin tampoco mirar si podríamos asumirlas ni si eran justas y necesarias, solo si eran buenas para sus intereses.
Ahora no nos dan nada y lo cachondo de todo esto es que en agosto, mes de pocas ventas porque ni Perry está en su casa, también ha subido el capital prestado. No me lo explico porque cada vez nos dan menos hipotecas, cada vez las conceden a devolver en menos años (eso de 40 ya solo queda para sus empleados y las series de ciencia-ficción) y cada vez es menor la cantidad prestada.
Hasta ahora 2009 estaba catalogado como el peor año de la crisis, pero está visto que no fue nada comparado con lo que estamos viviendo ahora. Lejos de recuperarnos seguimos en la brecha del desempleo, el descenso de hipotecas, los precios desorbitados bajando con cuentagotas, el aumento de la morosidad y los embargos… Vamos, un lujazo que dejaremos en herencia a 2011, cuando me da a mí que tampoco se va a empezar a solucionar nada.
Si no se trata de que el número de hipotecas aumente porque nos las vuelvan a dar de un día para otro; hombre, no estaría mal pero eso queda de momento confinado a nuestros sueños. Se trata más bien de que empiecen a aflojar la presión de su pie contra nuestro cuello porque, de tanto apretarnos el cinturón, ¡¡nos estamos quedando como la Claudia Schiffer!!
Y otra cosa que también es peor: los bancos se han aprendido el soniquete de la canción que canta el Euríbor, muy subidito de tono últimamente, y han empezado a endurecer las condiciones de los préstamos, aumentando los diferenciales y las esclavitudes de seguros y domiciliaciones varias, con las que nos deleitan cuando vamos a verles.
¡Buen puenting!