El Ministerio de InfraViviendas nos quita la Ayuda Estatal Directa de Entrada (AEDE), pero tiene el detallazo de mantenerla para los casos en los que la compra de una vivienda protegida (VPO) esté muy avanzada.
También permitirá que los préstamos hipotecarios para la compra de VPO sean hasta del 90% para compensar la eliminación de la ayuda.
Todo por cortesía de la minifistra Corredor, quien hace alarde de que este recorte ahorrará al Gobierno 750 millones de euretes, que me encantaría saber en qué van a usar si no es en esto. ¡Ah, claro! En una campaña de Marketing para fomentar la rehabilitación de viviendas. Cómo no habré caído antes…
Tanto ahorro por aquí y por allá no son más que falsas excusas para dejar de invertir dinero en lo que es necesario; dinero que, por cierto, sale de nuestros bolsillos, como todo.
No soy la mayor defensora de las VPO, pero sí que me parece de hipócritas gritar a los cuatro vientos que lo tuyo es la política social mientras que te dedicas a suprimir ayudas una tras otra. Si no quieres, no las des, pero no pregones que eres la leche en polvo cuando no llegas ni a medio queso.
La ministra dice que las suprimen porque llegaban muy tarde a los beneficiarios, mucho después de haber comprado la casa. ¡Pues igual que el resto de ayudas que conceden! ¡Y no solo de vivienda! ¿O es que alguien puede narrarnos el extraño caso de haber recibido una ayuda sin trabas burocráticas, ochenta mil requisitos y a tiempo?
Si es así, le recomiendo que escriba a un productor de Hollywood porque se forrará vendiéndole los derechos de la historia.
Las ayudas estatales son limosna mal dada, estratégicamente repartida y con un marcadísimo carácter electoralista. Mira que bueno soy, mira cuánto te doy, ¿me votas? Lo que a veces no vemos es que nos dan cosas y por sitios que no nos gustan demasiado.
Muchas familias se han quedado sin el pisito de sus sueños, el les tocó en el sorteo, porque en ese momento no tenían para pagarlo. Sin entrar en si merecen o no el piso (ampliamente discutible en muchos casos), es un fastidio tener que renunciar porque la ayuda prometida no llega.
Y digo yo: o que la den o que no la den, pero las medias tintas y los falseríos al final no contentan a nadie.