En esta crisis se están batiendo muchos récords y, aunque algunos lo ve(nd)an así, los 14 millones de espectadores que se pegaron a la pantalla para ver jugar a la Roja no es el más relevante.
Sí lo es el de la falta de hipotecas: ese calvario de préstamos que antes daban por doquier y que ahora escasean más que las angulas, son más caros que las trufas y más celebrados que el nacimiento de un lince ibérico.
Por eso, quienes no sacan nada en limpio del via crucis por las entidades financieras, se plantean la solicitud de una hipoteca urgente, otra figura con récord emergente, según la consultora Clifford Auckland.
Tanto la escucho últimamente que he estado espiando algo sobre ella, porque su omnipresencia me daba qué pensar, especialmente cuando dice que aumentan las peticiones de hipotecas urgentes en detrimento de los préstamos hipotecarios tradicionales que pedimos a bancos y cajas.
No dudo que sea así ante la desesperación de la gente porque los otros han cerrado el grifo pero, ¿no será que esta consultora da hipotecas urgentes y se empeña en promocionarlas como la única alternativa?
La web de Clifford Auckland es como abrir el periódico por la página del anuncio más cutre y que juega más con nuestra desesperación. Amarillo y negro, grandes letras de imprenta y las palabras mágicas, las que queremos oír y no nos dice nadie.
Como tantas otras, este prestamista da dinero a los que los demás no les abren ni la puerta de la sucursal: a los parados, los autónomos, los mayores de 65 años… A los que están inscritos en las listas de morosos, los que no tienen aval ni perrito que les ladre.
Les vale con tu DNI y no hacen preguntas. Te dan el dinero para la casa en menos de una semana y aquí paz y después… Qué pena que después no siempre viene la gloria sino sufrimiento para pagar y el Monasterio del Cobro.
No podía ser todo tan bonito, ¿verdad? Esto es la vida real y lo suyo un negocio para sacar dinero, como todos, solo que en esta ocasión jugando con nuestra necesidad, nuestra casa y nuestros sentimientos.
La única garantía que piden es el inmueble. Ni tarjetas de crédito o débito, ni domiciliar la nómina y pichicientos recibos, ni tropecientos seguros (hogar, vida, animales de compañía, desempleo, etc.), ni fondos de pensiones, ni avales u otras gaitas varias.
Pueden ser mediadores entre nosotros y el banco o los prestamistas directamente, pero tened cuidado porque los intereses terminan siendo mucho mayores que en las hipotecas tradicionales que tanto criticamos y que tanto estamos empezando a echar de menos…