Como sabéis, el Gobierno (im)popular, dícese presionado por la Unión Europea, quitó de en medio la desgravación de la hipoteca en la Declaración de la Renta para quienes compraran casa a partir del 1 de enero de 2013.
Además de un cabreo espantoso, esto provocó que mucha gente acelerara la compra de la vivienda para que cayera en 2012, aunque fuera el 31 de diciembre justo antes de que el notario se fuera a su casa.
Algunos de estos compradores eran solventes, no están teniendo problemas para pagar y probablemente no los tengan en el futuro. Compraron la casa que podían permitirse.
Pero otra gente, cegada con coger el último tren en marcha para desgravarse la hipoteca, se metió en un piso por encima de sus posibilidades, algo que les está saliendo caro.
Por un lado porque compraron el piso a mayor precio que ahora y, por otro, porque los diferenciales de hace año y medio no son los actuales y eso que aún están altitos. Hace año y medio era frecuente encontrar hipotecas a Euríbor + 2,5% en adelante.
En consecuencia, mucha gente pagará la intemerata de intereses, sólo para desgravarse la hipoteca, y quizá no les compense económicamente. Como en todo, en esto también hay que echar bien las cuentas.
Otra gente, en el peor de los casos, ha puesto en riesgo su propia casa. De las hipotecas que se han ejecutado entre enero y marzo de este año, entre las más numerosas están, con un 0,24%, las de pisos comprados en 2012, último año de la desgravación de vivienda.
Quedan lejos de las ejecuciones que se han hecho en viviendas adquiridas en 2013 (0,13%) e incluso del 0,17% y 0,19% de las casas compradas, respectivamente, en 2010 y 2011. Las ejecuciones hipotecarias de 2012 recuerdan bastante a las de 2008 (0,27%) y 2007 (0,29%), que son las hipotecas firmadas cuando la vivienda estaba aún en lo alto de la burbuja inmobiliaria.
El fin de la desgravación de la hipoteca aumentó la compra de pisos que mejor se los hubieran quedado los bancos y los promotores en apuros, pues algunas familias se pillaron los dedos mucho más que si su hijo de 4 años se los hubiera machacado contra el quicio de una puerta. Más hubiera valido no morder el anzuelo de la golosina fiscal y haber comprado en 2013 ó 2014, a otros precios, con otros diferenciales y sin tantas prisas que nublan el juicio.