Como contrates algo con un banco y no tengas muy claro lo que firmas te puedes meter en un lío de campeonato. Así ha pasado con muchas hipotecas -de aquellos barros, estos lodos- y seguirá pasando mientras el analfabetismo financiero siga campando a sus anchas entre mucha gente.
Nuestra desinformación es una de las grandes armas con las que cuentan los bancos para aprovecharse y metérnosla doblada. Nuestro desconocimiento y el pasotismo para solucionarlo es el mejor aliado de la entidad que quiere subir sus márgenes, aumentar los diferenciales de las hipotecas, poner cláusulas abusivas, obligarnos a contratar productos innecesarios…
Hace años que no nos fiamos tanto de la publicidad bancaria, aunque aún siguen colando cosillas a muchos incautos. Menos mal que, según una encuesta que ha hecho el instituto de investigación de mercados Target–Empírica, cada vez nos fiamos menos de las entidades financieras.
Según este estudio, lo que más confianza nos da es lo que nos cuentan amigos, conocidos y familiares y luego lo de foros y comparadores bancarios (que nos ofrecen tan confianza como desconfianza, supongo que depende del caso). Lo que menos, la información de los bancos: su web y los empleados.
Menos mal, qué peso me quito de encima. Sufro al pensar que la gente cree a pies juntillas todo lo que le diga un banco. Lo mejor es ponerlo en cuarentena e informarnos por nosotros pispos, leer hasta la letra pequeña y no dejar parar al empleado de turno hasta que nos aclare todo lo que queremos saber.
Hay casos y casos, pero la banca en general tiene un máster en hacerse pasar por el lobo disfrazado de abuelita. No hace falta ser muy espabilado para enumerar casos sangrantes de estafas bancarias: preferentes, subordinadas… También en préstamos hipotecarios: hipotecas patera, redondeo al alza de los intereses, índices que desaparecen y se cambian por otros, clips, swaps, cláusula suelo… Eso por no hablar de la manipulación del Euríbor.
Lo raro es que alguien se siga fiando de alguna entidad, de algún director, de algún empleado, aunque lo conozca de toda la vida y por mucho que le inspire la más absoluta confianza porque le reciba con una tierna sonrisa de oreja a oreja cuando entra a su despacho.
Directores y empleados bailan al son de la entidad que les paga el sueldo, que no es otro que el de ganar mucho dinero a costa de los clientes, aunque esto suponga engañarlos a sabiendas y yendo en contra de sus intereses mientras se aparenta lo contrario.
Tampoco quiero decir que tooooodos los empleados del mundo mundial aconsejen mal. Unos son malos, otros peores y los hay que mirarán por ti siempre que el banco también salga ganando. Lo que sí tengo más claro que el agua es que siguen instrucciones, la objeción de conciencia en un empleado de banca es algo así como una quimera y hallar un banco que mire por ti y no por él es el argumento para una buena peli de ciencia-ficción.