Parece que se nos ha revolucionao el gallinero con eso de que los políticos han publicado su patrimonio, hipotecas incluidas (los que las tienen).
Lo han llamado ejercicio de transparencia -juas-juas-, pero no es más que un cutre intento por congraciarse con nosotros, para pretender que creamos que tenemos cosas en común como, por ejemplo, la hipoteca.
Todo lo que reconocen que tienen está publicado en el perfil de cada diputado o senador que puede visitarse en las páginas web del Congreso y el Senado.
Por poner tres ejemplos, el presidente Zetapé dice que no tiene hipoteca, que comparte casi 35.000 € en una cuenta bancaria con su mujer, tiene tres planes de pensiones, una parcela en León y el pago aplazado de 120.000 € que ha sacado vendiendo un piso. Pobrecillo, el año pasado solo ganó 56.981 € limpios como presidente y 10.446 € como diputado.
El candidato socialista a las próximas elecciones generales del 20-N, Alfredo dedo Rubalcaba tampoco tiene préstamos ni hipoteca, pero sí un piso con garaje a medias con su mujer y un millón de euretes en el banco. ¿Tendrá que aprender Zetapé de él? ¿Para ganar más dinero o para ser menos mentiroso a la hora de declarar los bienes?
Por su parte, el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, confiesa que el PP le paga casi 100.000 pavos al año, que tiene 600.000 € en el banco y cuatro pisos entre Pontevedra y Madrid, además de un apartamento en Canarias.
Ya era hora de que lo publicaran, por lo menos para que sepamos cuánto les cunde el sueldo que ganan a nuestra costa. No creo que en esta pantomima hayan declarado todo lo que tienen. Seguro que se han guardado más de un millón y de un piso en la manga, bajo la alfombra, a nombre de su mujer o en sociedades secretas.
Lo que tienen en realidad, solo ellos lo saben y no querrán hacerlo público ni bajo tortura china. Es vergonzoso que ganen tanto a nuestra costa para lo que hacen. Muchos desempeñan trabajos de gran responsabilidad, pero tienen demasiados ingresos, chollos, beneficios y prebendas.
El problema es que para esto se ponen de acuerdo rápido: dan igual las siglas y los colores bajo los que se gritan en el Congreso, el Senado o los micrófonos de los medios: no les hace falta hablar para no tocar su demasiado privilegiado estatus.
Tienen cargos públicos, no son empresarios ni tiburones de la empresa privada, aunque a veces los parezcan. Se supone que se presentan candidatos para servir al ciudadano, pero el único amo y señor que reconocen es la ambición de su ego-mismo.
Intentan ser como nosotros, pero ni mintiendo lo parecen. Yo no tengo olivares, ni una hípica, ni más de un piso, ni hipotecas con más ceros de lo que voy a ganar en 20 años. Tampoco tengo un barco, ni un millón de euros en la cuenta; de hecho hay gente que ni siquiera tiene ahorrado un millón de las difuntas pesetas.
Su IRPF solo es del 4,5%, están exentos de declarar a Hacienda y tienen que cotizar menos de 10 años como diputados para tener una pensión de escándalo. Por mucho que publiquen lo que quieran, sigue habiendo demasiada diferencia entre ellos y nosotros.