
Fumando espero la hipoteca que yo quiero...
Si estás pensando en comprarte un piso pero no encuentras banco donde asentar tu hipoteca, tal vez te interese saber que, después de que en junio pasado The Wall Street Journal se tiró el moco prediciendo que volverían las hipotecas por el 100% del piso, estos rumores del corazón bancario vuelven a sonar con fuerza.
Después de que las creíamos desaparecidas en combate, las hipotecas por el 100% del piso son un sueño que, principalmente las cajas de ahorros, han vuelto a despertar como a la Bella Durmiente pero sin besito de amor verdadero. La intención es egoísmo puro y duro: adelgazar la cartera de pisos sin vender que les aprieta las cuentas como un corsé del siglo XIX.
Al tiempo que pretenden incentivar así la compra de sus pisos, los bancos han recibido el año endureciendo descaradamente las hipotecas para cualquier otro piso que no sea suyo. Esta tendencia, que ya se venía viendo desde tiempo atrás, se está agudizando a pasos agigantados.
Para sus pisos, la esclavitud es la de siempre: nómina, tarjetas, seguros de vida, plan de pensiones, recibos y tarjetas, combinados como más rabia le dé al banco y variando de una entidad a otra.
Para que te den el 100% y que no te comas los mocos, el truco del almendruco está en que tienes que ser menor de 35 años. Si tienes más de esa edad, los bancos te vienen a decir que te pongas una piedra al cuello y te tires al río porque no te financian ni el quad para darte dos carreras los fines de semana. Los bancos tampoco es que se esmeren mucho: la mayoría de estas hipotecas, que llaman Joven, están apoyadas por Ay-huntamientos y Comunidades Autónomas. Ah, y siempre que estampes tu autógrafo en un seguro de protección de pagos -por si de repente pasas de amoroso a moroso- y en un seguro de desempleo, por si la que pierde el amor de tanto usarlo es tu empresa.
Luego lo de que te den el 100% es relativo: es el 100% del valor de tasación, pero no de los gastos asociados a la compraventa de la vivienda, para lo que se nos presupone tener ahorrado (como el valor en el ejército) y siempre que aportemos un aval, aunque sea del Pato Donald, estrechemos las ataduras con el banco y nos dejemos cobrar más intereses que si nos prestaran menos cantidad. Ya no hay que pensar si queremos un piso en el centro, en la ciudad o en la costa, si no si lo queremos a costa de ser su centro de explotación y estruje financiero.
En conclusión, las hipotecas siguen siendo ese sueño al alcance de muy pocos: los elegidos por los bancos.