
Cómo molesta que nos metan uno de estos por "ahí mismo" para medir la temperatura de las hipotecas y luego contárnoslo...
El térmometro de la concesión de hipotecas vuelve a estar como los del tiempo en estos días: en menos dos grados como mínimo.
La cifra ofrecida por el INE (Instituto Nacional de Estadística) se refiere a septiembre, cuando la concesión de hipotecas para la compra de viviendas bajó un 15,9% con respecto al mismo mes de 2009.
Pero qué más da qué fecha es, con los críticos tiempos de crisis que vivimos, en los que las hipotecas están congeladas hasta en agosto, lejos de los días tropicales en los que el crédito fluía a mansalva, los pisos se construían por doquier y nosotros vivíamos a cuerpo de rey en la sociedad del bienestar mezclada con la del (falso) sueño americano con el que nos contaminan las pelis y series de EEUU.
Aunque las 52.954 hipotecas dadas en septiembre son más que las se dieron en la calurosa pereza y habitual sequía de agosto, esta caída es la quinta consecutiva desde mayo y la más fuerte y pronunciada hasta ahora. Vamos, que las hipotecas se están dado más leñazos que un cojo aprendiendo a esquiar en Sierra Nevada.
En cuanto a la pasta seguimos igual: el importe medio del préstamo ha subido un poquitín (2,1% respecto a septiembre de 2009), aunque apenas llega a los 120.000 euros, y en cojunto nos han prestado menos dinero que el año pasado. Los bancos siguen abonados a la Cofradía del Puño Cerrado, y eso que prestan más pasta que las cajas, aunque repartida en menos hipotecas.
Ya palpamos en las sucursales bancarias que cada vez nos dan menos hipotecas y que tenemos que retrasar la edad de independencia de nuestros padres, la boda y Dios sabe qué más porque el trabajo no es estable y las hipotecas caen con el cuentagotas que un científico tacaño está usando en un cutre experimento económico.
Sin embargo, no está de más que un organismo oficial del marujeo al que creemos independiente (el INE) apoye nuestras sensaciones, pensamientos y hechos constatados en el vagabundear de sucursal en sucursal.
De hecho el deporte de moda es el coleccionismo de tarjetas de visita de los empleados de los bancos que dicen “ya te llamaré” o “me da igual que seas funcionario, para ti no hay dinero”.
Si te pones (en) serio, te puedes llevar una ristra a casa para redecorar tu vida, intercambiarla con otros coleccionistas, entrar el Libro Guiness o subastar la colección por internet. Con la pasta que te sacas, te compras el piso. Está bien pensao, ¿eh?