Quisieron ganar dinero a manos llenas y acabaron arruinando a la entidad. Los peces gordos de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) hacían la vista gorda cuando, durante el boom inmobiliario, los directores de algunas sucursales daban hipotecas a inmigrantes sin recursos.
Al extranjero que hace 10 años pedía un préstamo, se lo daban aunque no tuviera ingresos para devolverlo, patrimonio para avalarlo o vinculación suficiente con España para garantizar que no se largaría a su país con lo puesto cuando le embargaran el piso por dejar de pagar la hipoteca.
La CAM es un ejemplo de malas prácticas bancarias. Al que pedía la hipoteca le sugerían que convenciera a amigos o familiares para que le avalaran.
Otras veces no sabían ni con quién compartían la carga: era la propia caja quien ponía en contacto a varios clientes con el mismo perfil para que se avalaran unos a otros. A veces hasta se conocían al firmar en el notario.
Había que burlar al sistema informático que estudia los riesgos, así que metían todos los datos el día de la firma y así no daba ningún error. En mi tierra esto se llama manipulación pura y dura.
Esta pifia era vox pópuli dentro de la entidad y abundaba en Alicante, Madrid, Andalucía y Murcia. Sus empleados la bautizaron con sorna y mucha guasa como hipotecas patera.
Por un lado sabían que esto podría costar caro a largo plazo, como ha pasado, petando las cuentas con pisos sin vender y préstamos impagados. Por otro, estaban tan cegados por las ansias de dinero que pensaban que, si el pringao que firmaba dejaba de pagar y era embargado, su piso se vendería en poco tiempo y más caro.
¿Por qué, aun así, se dieron créditos tan arriesgados? Los directores de sucursal se llevaban jugosos incentivos de hasta 50.000 € si cumplían con el número de hipotecas marcado para ese año. Cayera quien cayera, todo valía para aumentar los beneficios de la caja entre un 20% y un 40% cada año.
Que nadie se lleve a engaño. Ex-empleados de la caja dicen que había directores que no querían dar este tipo de hipotecas, aunque eso les marginara y dejara sin comisión. Eran regañados pero no despedidos, así que el fin no justifica los medios, ni disculpa el comportamiento de los trepas que sí lo hicieron.
Sabían que esto les conduciría a la destrucción y les salió el tiro por la culata porque la avaricia rompió el saco. Lo cachondo es que crearon escuela en otras entidades, que empezaron a copiar este malévolo sistema, llegando a estar conchabados con agentes inmobiliarios, que les enviaban a los inmigrantes necesitados de hipoteca.
Esto explica por qué, en 2008, una inmobiliaria de Sevilla arregló para una nigeriana que no sabía leer ni escribir, con contrato temporal y un sueldo de 500 pavos al mes, una hipoteca de 123.000 € para un piso de 66.000 €.
Este escándalo nos enseña nuevamente lo indignante que es el comportamiento rastrero de algunos bancos para ganar muchísimo dinero con las hipotecas durante la burbuja inmobiliaria. ¿Y todavía nos preguntamos de dónde viene la crisis?