Con cada nueva sentencia contra las cláusulas abusivas, ahora contra los swap, cada día aumentan mis esperanzas de que acaben siguiendo el mismo ciclo reproductivo de las cucharachas del anuncio, que nacen, crecen, se reproducen y… ¡¡Por fin mueren!!
Gracias a las demandas de clientes valientes y cansados de tanto abuso, de las asociaciones que presentan demandas colectivas, de los jueces que entran en razón y de los medios que se hacen eco de sus sentencias, cada día nos enteramos de un nuevo golpe contra los abusos bancarios.
El nuevo, y por ahora el último, se ha dado en el Juzgado de Primera Instancia número 24 de Barcelona, donde un juez ha dictaminado que un cliente tiene razón frente al Banco Popular, que le impuso un swap en el contrato de la hipoteca.
Los swap son muy feos y no solo por su nombre. Los bancos los venden como seguros que nos cubren ante la subida de los tipos de interés, cuando ni siquiera tenemos claro que los estamos firmando. De ahí que este juez en Barcelona no tenga dudas que el consentimiento del cliente estaba “viciado por falta de información”. Vamos, que firmó sin enterarse de la misa a la media, como hacemos todos.
No debería ser así, pero por vergüenza, prisa o dejadez no preguntamos lo suficiente, de lo que se aprovechan los bancos, no explicándonos lo suficiente tampoco.
El juez también ha ordenado de que se le devuelva todo el dinero cobrado injustamente, tras haber llegado a la conclusión de que este seguro se firmó por un año y no por toda la vida de la hipoteca, y de que, atención, el director de la sucursal, sacaba tajada mediante una bonificación.
Aunque es la primera sentencia en la capital catalana, no lo es en España, pero sí es especialmente significativa porque, tras la de Sevilla contra las cláusulas suelo -declaradas nulas por abusivas-, las sentencias están floreciendo más que los turrones en los estantes de los supermercados.
Es bueno que cada vez haya más y más denuncias, con más y más sentencias a nuestro favor y en contra de los bancos, que solo saben abusar, quejarse y desaparecer cuando las cosas se ponen feas, aunque las hayan provocado ellos.
Esperemos que empiece a cundir el ejemplo, que otros jueces se contagien y que cada vez se dictaminen más fallos con acierto. Así habría suficiente base legal para que llegue un día en que un juez no dude a la hora de dictar sentencia, porque ya se hayan anulado tantas veces las cláusulas que incluso los bancos dejen de usarlas.