¿No te has hartado de escuchar que el precio de la vivienda baja más que las caderas de Shakira? Yo sí y también de oír que tal o cual cifra es la refinitiva y que los pisos van a bajar más, que ya no pueden bajar más, que han tocado fondo y que éste es el mejor momento para comprar, entendiéndose por éste cualquier momento porque esta frase se ha convertido en más atemporal que las fotos de la Preysler.
Sin embargo, habrá que preguntar por qué a Iker Jiménez, parece que por fin el precio de los pisos tiende a estabilizarse de verdad en las grandes ciudades, o eso dice un experto al que otros tantos contradicen con el ya típico y tópico discurso de que el mercado inmobiliario aún tiene un largo camino por recorrer.
El Instituto Nacional de Cifras y Cotilleos Oficiales, más conocido como INE, media en el conflicto y asevera que el año pasado el precio de la vivienda solamente bajó de media un 4,3%, lo que resulta inexplicable con la que está cayendo por todas partes. No hay paraguas lo suficientemente grande e impermeable, fabricado en China o en el gurugú, que proteja a cualquier sector de la crisis pero el ladrillo se ha hecho un lifting y, con más padrinos que los Corleone, está aguantando como un campeón esta embestida.
Ojalá que ese camino por recorrer sume al 16% que ya se han abaratado, otro tanto hasta alcanzar el 30% que el FMI (organización donde todo el Futuro es Muy Incierto) calcula que deberían bajar. Miedo me da que fuera un ascenso similar al que ya se atribuye a la vivienda nueva, de cuyo precio se especula que ha crecido por primera vez desde 2007. ¡Y dale con especular!
¿Pero cómo puede subir el precio de algo que sigue hipercarísimo y que no cumple expectativas de bajada tras el pinchazo de la burbuja? Lo que todavía no me entra en la cabeza es que los pisos no se hayan depreciado más, hasta niveles asequibles y en consonancia con el jornal que se han empeñado en mermarnos con la subida del IVA.
Tanto este impuesto como el precio de los pisos solo deberían subir en una economía en recuperación, no como la nuestra, tan maltrecha y herida como los antihéroes de las canciones de Sabina.
Entre los promotores, el Gobierno y las entidades financieras nos la están jugando. Con 1,5 millones de viviendas en stock y 1,3 millones de parados en la construcción ya va siendo hora de ponerse las pilas, ¿no?
En la costa todavía deberían bajar un 25% más si quieren que la gente al menos pregunte cuando lea el cartel, aunque los promotores inmobiliarios se encabezonan en que no van a bajar más ni en la costa ni en ninguna otra parte. Pues vale.
Tengo la bola de cristal en reparación pero si aceptas mi humilde consejo de espía compra cuando quieras, o más bien cuando puedas B.m. (Banco mediante), porque siempre habrá alguien que te diga que el precio ya se estancó y quien te diga que no seas pringao y te esperes porque seguirá bajando. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo?
Hasta el último insecto del hábitat más recóndito sabe que los precios estaban escandalosamente altos, que la especulación nos ha hecho más daño que un machete pero que, tristemente, no sabemos, ni podemos, ni queremos depender productivamente de otra cosa.
Ahí va un acertijo para este finde: el futuro está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? El buen deselandrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será.