Las hipotecas están empezando a ser como la energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Como la concesión de hipotecas volvió a bajar en junio, a pesar de que todos creíamos que la subida del IVA pegaría un empujón temporal a la compraventa de pisos, y como la cuestión es evitar a toda costa que nos embarguen la casa aunque andemos justos para pagar la hipoteca, la moda es renegociar la hipoteca con el banco actual o cambiarla de banco (subrogarla).
Y como la necesidad es la mejor escuela y agudiza el ingenio en términos flipantes, son miles los españoles que se lanzan a las sucursales bancarias de las que un día se fueron sonrientes con la hipoteca bajo el brazo para pedir que, amablemente y con el menor mamoneo posible, el banco tenga a bien reconsiderar las condiciones del préstamos, aplazar algún pago, etc, etc.
Y como los bancos están casi tan desesperados por no embargar como la gente por evitar que les embarguen, han empezado a quitarse los tapones de cera de los oídos para, al menos, escuchar nuestros lamentos y tímidas propuestas, aunque a veces tengamos las de perder porque nuestro desconocimiento del mundillo financiero nos debilita ante ellos.
Si nos escuchan es para no sumar un piso más a su colección de joyas expoliadas e invendidas, como las que tiene el British Museum robadas por la cara en yacimientos arqueológicos de medio mundo.
Esas estupendas joyas, sobre todo las incrustadas a pie de playa, se empeñan en no bajarlas de precio porque no les conviene perder pasta: la pasta que hay de diferencia entre el dinero que les debía el propietario al que embargaron y el dinero que el nuevo propietario les debería pagar por el piso ahora, en tiempos de crisis, cuando el precio ha bajado un 20% de media, debiendo bajar otro tanto, pero no haciéndolo porque promotores y banqueros se han aliado para intentar exprimirnos las últimas gotas del marchito y maldito ladrillo en España.
Suerte que tienen los que hoy día consiguen una hipoteca, y mucha más suerte aún los que se interesan por un piso del banco porque suyo será el Reino de los Suelos. Bienaventurados los que salvan el piso renegociando la hipoteca con éxito y bienaventurados los que se pueden permitir hacer un corte de mangas al banco con una subrogación de la hipoteca en otra entidad, porque ellos dormirán más tranquilos.