Aparentemente el crédito fluye, pero ya que el panorama hipotecario está tan restringido a clientes con perfil alto y bastante solvencia, lo que deja fuera a gran parte de la ciudadanía, seguro que a más de uno y a más de una se le habrá pasado por la cabeza probar suerte fuera.
¿Por qué no? Si medio millón de españoles emigra cada año para encontrar mejores oportunidades laborales o simplemente un trabajo, ¿por qué no van a buscar fuera de nuestras fronteras la hipoteca que aquí no encuentran?
Firmar una hipoteca en el extranjero para comprar una casa en España es perfectamente legal y posible, no hay ninguna ley ni norma que lo impida. Ahora bien, los bancos suelen ser contrarios a ello porque, si dejas de pagar, es mucho más caro perseguir a un moroso en el extranjero que en su propio país, además de que el piso, dependiendo de dónde esté, puede ser difícilmente colocable a otro si a ti te lo embargan.
Por mucho que hayan bajado los diferenciales un congo, todavía les queda otro congo por bajar hasta que podamos hablar de que hay buenas ofertas, como las que se manejaban antes de la crisis. Claro que hay bancos fuera de España donde la oferta hipotecaria es mejor que aquí, pero si sales al extranjero a buscar una hipoteca lo normal es que, al ser tú extranjero en ese país, esas buenas condiciones para los nacionales se esfumen y te calcen peores ofertas, precisamente para cubrir los riesgos económicos de impago y persecución legal que decía antes.
También tú tienes que mirar por tu seguridad. Es preferible una entidad que esté fichada en el Banco de España, porque eso significa que opera según nuestra normativa y se debe regir por la misma legalidad que los bancos españoles. Hay de todo: tanto bancos extranjeros de nombre impronunciable que aquí no conoce ni su padre, que resulta que sí están registrados en el Banco de España, como otras entidades extranjeras, archiconocidas tipo la holandesa ING Direct, que no tienen ficha para no tener que abrir una empresa filial desde cero.
En España hay también entidades extranjeras que no están registradas pero sí tienen unas cuantas sucursales para dar servicio a sus clientes en zonas donde suelen tener una primera o segunda residencia, igual que durante el boom inmobiliario hubo bancos españoles que se arriesgaron a dar hipotecas a extranjeros que querían invertir en el ladrillo español.