Al ritmo de las promesas de adelgazamiento, stop del fumeteo y aprendizaje de idiomas que nosotros hacemos al inicio del año, el Gobierno ha decidido poner a plan al stock inmobiliario que estrangula la crisis.
A pesar de no ser Corbacho, el ministro de Fomento, José Blanco, hace de celestino uniendo a bancos e inmobiliarias en una comisión que dé a luz métodos y soluciones para vender más pisos y que nos den más hipotecas.
Intentando coger torpemente el toro por los cuernos, Pepiño pide que las felices ideas que tenga la comisión “no deberán repercutir en el contribuyente”.
¿Será una forma de reconocer que su partido la ha cagado? Lo digo por las dos soluciones que el Gobierno ha llevado a cabo, subir el IVA y quitar la desgravación, sí han repercutido, repercuten y repercutirán en nosotros como contribuyentes.
Blanquiño no quiere que se infle una nueva burbuja inmobiliaria y desea que los bancos gocen de buena salud, porque así nos darán (más) hipotecas. La que no da crédito soy yo: ¿es que es tan ingenuo que cree que los constructores mirarán por los bancos y viceversa? Eeeemmm… Va a ser que no.
Para acabar con el stock hace falta algo más que buenas intenciones, una comisión y una rueda de prensa para anunciarlo. Es como decir a dos hermanos que se pegan que tienen que arreglarlo, sin reconocer responsabilidad y sin poner los medios para ello. El Gobierno debería cambiar la legislación en lugar de pensar con quién y cómo intentarán ganar las elecciones de 2012.
Mientras nos planteamos cómo quitarnos del culo los dos kilos de los atracones navideños, Pepiño Blanco y Rodrigo Rato, como Super Mario Bros y el pringadillo simpático de Luigi, firman un acuerdo para que la Sociedad Pública de Alquiler (cuyo nombre en coña es SPA) relaje el excedente de pisos de Caja Madrid.
Un alegato al alquiler, que Blanco desea que aumente del 13,5% al 40% que hay en Europa. Apología sobre parecerse al hermano mayor sin recapacitar que aún no tenemos su madurez ni sus circunstancias, porque seguimos en el pelotón de los pobres de la Unión Europea.
Para desatrancar el amasijo inmobiliario habrá que poner a los pisos supositorios de glicerina, darles laxante y varias cucharaditas de aceite -todo junto para potenciar el efecto dinamita- esperando el milagro anticongestión inmobiliaria, que sigue en su máxima efervescencia.
La del Gobierno es otra pobre idea con fines electoralistas que ojalá funcione pero que lo tiene más crudo que el sushi.
¡Sálvese quien pueda!